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miércoles, 8 de enero de 2014

Mi viaje favorito

Calle 42 de Times Square. Ciudad de Nueva York

La señora del transporte escolar, como la llaman algunos de sus amigos y familiares con mucho cariño, o como en mi caso mamá, tiene la tarea de planear los viajes que toda la familia hace durante los dos meses en las vacaciones de verano. Esa tradición, si se puede llamar de esa manera, ha llevado a la familia al inicio de recuerdos maravillosos y el disfrute en lugares como Aruba, Curacao, Islas Canarias, Toronto, Montreal y mí preferido, Nueva York.

Para la Gran Manzana me acompañaron mis tres primos mayores y mis padres. Todo fue perfecto, desde que abordamos el avión que hacía transferencia en Puerto Rico por la mañana, hasta que llegamos a Nueva York por la noche. Recuerdo que mientras nos servían las bebidas en uno de los aviones, mi primo mayor Pedro, se sonrojó mucho, ya que en vez de decirle jugo de naranja a la azafata, le pidió un zapato de naranja. Hasta el día de hoy, seguimos bromeando con eso.

Gustavo, mi papá, cuando se entera del viaje que prepara mi mamá, sugiere que en vez de reservar un hotel, alquilemos un apartamento para los seis y vivir como neoyorkinos durante esos veintitrés días. Así que cuando llegamos a las once de la noche a nuestra casa en la primera avenida, estábamos ansiosos por salir a conocer y especialmente a comer. Estábamos muertos de hambre y sed por lo que bajamos a Subway que está en la planta baja del edificio.

Al día siguiente, comenzaron las anécdotas que llegamos contando a cualquier persona que nos preguntara “¿y qué tal estas vacaciones?”. Una de las que más recuerdo es cuando tomamos el autobús 131 y nos quedamos en uno de los lugares más conocidos de la ciudad, la Quinta Avenida. Es tan grande como sale en las películas y con tantas tiendas como personas que pasean día a día por allí. Desde ascensores como vitrinas hasta modelos y figuras de cera es lo que encuentras al caminar por sus cuadras. La vista no te alcanza para ver la punta de los rascacielos que cubren cada rincón del cielo de Manhattan.

Durante ese primer día hicimos de todo un poco en esa avenida, desde conocer la caja de cristal, como se le conoce a la tienda de Apple; comer pretzels con sal en Central Park; pedir un deseo en la Iglesia San Patricio; entrar a la torre Trump y a la juguetería que se conoce por el gran piano que toca el actor Tom Hanks en la película “Big”. Sin embargo, nada de eso se compara con mi primer momento favorito del paseo. Todo comenzó cuando mis primos aficionados por las marcas deportivas quieren entrar a la tienda Nike, nunca nos imaginamos que fuera una tienda de cinco plantas y que mágicamente estuvieran ordenadas para cada uno de nuestros gustos. Un piso para las nuevas colecciones; otro para damas; uno para caballeros, fútbol y básquet respectivamente. En fin, millones de cosas para gastar los dólares.
Antonio Banderas tomándose fotos con
admiradoras en la Nike

Pero lo emocionante no es la tienda sino a quién nos encontramos en ella. Recuerdo que estaba en el piso cuatro escogiendo zapatos de fútbol con mi otro primo Giancarlo cuando escucho a lo lejos mi nombre, me asomo hacia abajo y veo a mi mamá llamándome con desesperación para que baje inmediatamente a planta baja. Era para tomarnos una foto y pedirle un autógrafo a nada más y nada menos que al actor AntonioBanderas. Todavía me acuerdo de su respuesta “vale, vale, seguro que sí”, dijo la estrella. La señora del transporte siempre me había dicho que él era mi verdadero padre así que nuestra emoción en ese momento era indescriptible. Perfecto primer día. Incluso esa foto la enmarcamos y está en la sala de nuestra casa. Menos mal que mi segundo padre es también fanático de todas sus películas y perfumes.

Por supuesto que cuando salimos con miles de cajas de zapatos y bolsas de ropa de la tienda, no dudamos en agarrar un taxi y retornar a nuestro apartamento para descansar un poco y comer alguna chuchería. Después de eso, fuimos al supermercado de la cuadra de atrás para poder comprar las cosas de los días restantes y luego pasear por nuestro vecindario de ese verano.

Recuerdo que mis padres luego decidieron tomar un autobús turístico rojo de dos pisos que nos dio un paseo excelente por toda la ciudad durante dos días, nos llevó al barrio chino, la pequeña Italia, Harlem, Brooklyn, Broadway, el memorial de las torres gemelas y otros lugares que no recuerdo sus nombres. Durante el recorrido del primer día, decidimos quedarnos un rato más en Wall Street, ya que lo que en verdad queríamos conocer era el famoso toro de bronce situado en la plaza financiera del lugar. Luego de ver la escultura del animal, queríamos ir para Times Square pero no encontrábamos la manera de llegar al otro lado de la ciudad sin usar el metro, debido a que a mi familia no le gusta. De todas maneras, después de preguntarle a media ciudad y que todos nos proponían tomar el tren, decidimos hacerlo. En ese momento surge mi segundo momento favorito, sorprendentemente llegamos a la estación de Times Square y salimos por el mismo sitio por donde está la alcantarilla por la que salió Amy Adams en la película “Encantada”. Fue mágico ver esa calle llena de luces a las siete de la noche como si mi familia y yo fuéramos los protagonistas.

Todos los días eran diferentes e increíbles al mismo tiempo. Miles de momentos favoritos. Logramos ver la obra del “Fantasma de la ópera” en Broadway; visitar museos como el de historia natural, donde se grabó la película “Una noche en el museo”; también el de cera donde canté con Alicia Keys, hablé con el presidente Obama y abracé a Leonardo Di Caprio, entre otros. Hay demasiadas cosas que hacer y ver en esa ciudad, personas de todo el mundo van para allá y se dan cuenta que cuando se describe a Nueva York como “la ciudad que nunca duerme” es definitivamente verdad. 

Para averiguar sobre este increíble destino, la página www.nuevayork.net está excelente

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